Hace un tiempo atrás, escuché en una conferencia de la Fundación Alliance for the Arts que la relación de auspicio entre empresa y cultura se asemeja a la de un intercambio equitativo como el que había entre Ginger Rogers y Fred Astaire. ¿Qué tiene esta pareja que ver con el aporte de privados a iniciativas culturales? Tal como lo describió Katherine Hepburn en alguna de sus entrevistas:“él le entrega clase y ella sex appeal”. El éxito de esta pareja del cine norteamericano radicaba nada más ni nada menos en una relación donde ambos obtenían algo del otro.
Así mismo, cuando describimos la relación entre una corporación (o agrupación) artística y el mundo empresarial, muchas veces caemos en la mirada reduccionista: por un lado los artistas reciben dinero (ya sea en efectivo o especies) y la empresa, por su parte, gana una vitrina para publicitarse. Si bien este intercambio no deja de ser cierto, queremos profundizar en esta relación, ya que es importante que cuando los artistas toquen una puerta en búsqueda de un auspicio sepan, primero, qué puerta tocar y, segundo, qué están ofreciendo (y ganando) a cambio. ¿Bastan acaso algunas entradas gratuitas y el logo de la empresa en nuestra papelería a cambio de una suma de dinero? Más importante aún: ¿Qué es lo que estamos intercambiando realmente y cuáles son los beneficios a largo plazo?
La compañía de Teatro Phi surgió como un proyecto alternativo de alumnos de la Escuela de Teatro UC que replicaba el trabajo de compañías tales como Mayumana o Stomp. Independiente de la forma en la cual han focalizado su proyecto artístico, esta compañía ha desarrollado, a la par con el área de creación, un modelo de empresa que les ha permitido no sólo subsistir económicamente y crecer como organización, sino también relacionarse con el mundo privado. Gracias al Grupo CGE (Compañía General de Electricidad) y un aporte de cerca de 250 millones de pesos, la compañía de Teatro Phi pudo realizar una gira durante el verano que incluyó diversas presentaciones a lo largo de Chile con un total de casi 70 mil espectadores. ¿Win – win situation? Claro, el conglomerado energético posiciona su marca, agregándole además el componente de “responsabilidad social empresarial”, mientras un grupo artístico recibe los fondos para desarrollar un espectáculo a nivel masivo que de forma independiente habría sido imposible. La historia podría llegar hasta aquí, sin embargo hay mucho más que obtener de esta experiencia.
Por un lado el auspiciador, y en este caso el departamento de marketing de CGE, entiende que la inversión debe ir enfocada a un proyecto que se integre con los objetivos de la marca. En este caso, una compañía de percusión con el cuerpo y el slogan de “puro chile, pura energía” son el componente ideal. Si a eso le sumamos una coherente inversión en iluminación y electrónica, la empresa misma se está viendo reflejada en el espectáculo que ofrece. Debemos entender como agrupaciones artísticas que este emparejamiento es esencial ya que la forma artística elegida será aquella que personifique la imagen emotiva de la marca, en este caso el concepto de “energía”.
Asimismo, el lado artístico, y en este caso Teatro Phi, debe sentirse aventajado y no solamente por el auspicio monetario, sino además por otros tantos beneficios tales como:
- una nueva experiencia de relación con el sector privado
- nuevas redes con líderes del mundo empresarial
- la introducción a diferentes sectores de la población y por ende a potenciales nuevas audiencias
- la legitimación de la compañía y valorización del trabajo artístico que realizan
Como vemos, los beneficios son muchos y van más allá de los económicos. Pero no podemos ignorar que así como existen diversos elementos favorables en estas relaciones, también se deben guardar ciertas precauciones y asumir algunos desafíos. Entre los cuidados más importantes podemos nombrar la capacidad de delimitar la línea entre lo que se está dispuesto a transar y lo que no. En el caso de las agrupaciones artísticas, éstas deben ser conscientes de la importancia de mantener su autonomía y visión artística. Al sacrificar esto, ya no se encuentran frente a una relación equitativa y a un éxito de gestión, sino que corren el riesgo de caer en un desbalance que no sólo los perjudicará a ellos como creadores sino que también a todos sus pares.
Por otro lado, entre los desafíos a futuro está la pregunta sobre cómo capitalizar estas nuevas audiencias y evitar quedar como un mero evento. En el caso de Teatro Phi, estas estrategias fueron cubiertas con talleres paralelos a la gira en donde el trabajo artístico era compartido a través de otras formas de participación. Sin embargo, esto no basta si es que no hay una relación más profunda y duradera con el espectador, la cual, si bien se puede prolongar gracias a los medios de comunicación social, debe ser permanentemente nutrida. Otro desafío igual de importante será aquel que profundice en la relación con el auspiciador, una a largo plazo en donde éste sea capaz de valorar el trabajo artístico más allá de los servicios de marketing que éste le pueda prestar.
Finalmente, y al igual que Ginger Rogers y Fred Astaire, la balanza de esta relación debe estar equilibrada y sólo de ésta manera el sector económico podrá ser realmente un aporte y no una potencial amenaza para nuestro sector.

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