1. El terremoto físico
Me reconozco culpable de no haber estado en Chile para el terremoto que nos azotó hace una semana atrás. Hay una angustia que acompaña a la distancia cuando se está lejos de los seres queridos, cuando se mira a Chile a través de la pequeña ventana que ofrece la prensa internacional y es casi imposible reconocer paisajes de aquello que hace poco era familiar. Hay una cierta desesperación en encontrar la manera de estar presente desde la ausencia, solidarizar desde la lejanía y mirar en perspectiva las posibilidades de ayuda desde un contexto fuera de lo local. Por sobre todo, atravieso ahora una carencia personal, un dolor de no ser parte de una experiencia social, lamentablemente desde hoy, un hito en nuestra memoria colectiva como pueblo.
Reconozco además, haberme impactado con una imagen en particular, una fotografía que muestra el frontis destruido del Museo de Arte Contemporáneo (MAC). Se malinterpreta la sensibilización que tengo ante la pérdida de parte de nuestra infraestructura cultural al compararla con el profundo dolor que me puede producir la realidad social de Chile actual. Bajo ningún punto de vista son comparables, las artes y sus prácticas deben observarse y analizarse bajo sus propios parámetros y rehuir la “competencia de lamentos” que se genera con otras áreas.
El arte y la cultura para algunos entra al debate luego que se han cubierto las necesidades básicas de una determinada población -alimentación, abrigo, protección social, salud y educación-. Para otros más cercanos a las teorías del arte como herramienta de formación, la práctica cultural es transversal a estas necesidades y entrar en estos cuestionamientos evitaría cualquier tipo de abogacía posible frente a las artes. Dicho esto, reconozco que al ver la fotografía del MAC, la respiración se me cortó por un par de segundos.
Previo a la evaluación del estado de nuestra infraestructura cultural tras el terremoto, existe también un efecto simbólico en la imagen del MAC. El edificio de Bellas Artes es un espacio icónico, fue construido para celebrar el centenario de nuestro país (1910) y se encuentra hoy ad portas del bicentenario. Casi como una metáfora – o una muy mala paradoja-, un fenómeno natural nos recuerda las necesidades de renovación infraestructural pero también nos da la posibilidad de replantearnos nuevas alternativas.
2. El terremoto político
Previo al terremoto de 8.8 grados, Luciano Cruz-Coke, era condecorado con un “pen drive” por el Presidente electo. El ministro de cultura ya no fue nombrado último en la lista gracias a que ahora se agrega el ministerio de medioambiente el que, irónicamente, pareciera tener una categoría aún menor que la que nos compete. Pero independiente a la posición que la cultura ocupe en la política de estado, es importante revisar cuáles serán los nuevos delineamientos que ésta establezca para los próximos cuatro años.
Aunque pareciera ser que el Consejo de la Cultura y de las Artes (CNCA) continua con los programas establecidos y su misión en términos de política cultural debiera preceder a las nuevas directrices, existe ahora una nueva necesidad, una nueva mirada y un enfoque que podría repercutir como un “coletazo”.Está claro que la institucionalidad cultural redefine hoy sus prioridades apuntando nuevamente a la infraestructura como piedra angular. Pero independiente a eso, se generará una reformulación ideológica en torno a las prácticas de financiamiento. Cuando el ex-Presidente Lagos inauguró a comienzos del 2000 el CNCA, dio un enérgico discurso que definió a la política cultural como una más de las prioridades del Estado. Fue gracias a esta visión que se procedió entonces, de la mejor forma posible, a la creación de nuestra institucionalidad actual. Nos vimos obligados a redefinir terminologías tales como “consumo cultural” para poder hablar ahora en términos más inclusivos de “participación ciudadana”. Era latente la idea del Estado como un ente protector de nuestro patrimonio, canalizador de recursos en miras de la diversidad, la excelencia y el fomento de las artes. Ese enfoque se altera levemente a partir de marzo de este año. ¿Cómo?
El nuevo programa de gobierno, o al menos el programa prometido por el nuevo mandatario, no posiciona a la cultura en un rol protagónico. No compartimos un espacio con salud, educación o empleo, pero tampoco estamos en un segundo grupo de prioridades. La cultura quedó posicionada entonces, en un tercer sector titulado “valores y calidad de vida”. Este tercer sector en las prioridades gubernamentales agrupa a la cultura con el deporte y, para mi sorpresa, con el tema de los derechos humanos.
Como la mejor de las antinomias, al mismo tiempo de la presentación del CNCA el Instituto Libertad y la Fundación Jaime Guzmán presentaban un documento titulado “Cultura oficial o Libertad Cultural”, el cual delimita la visión de cierto estamento social frente a los temas de política cultural declarando que ya que la cultura corresponde a una manifestación individual “el Estado sólo debiera limitarse a garantizar un pleno respeto de la libertad individual. Aún más, el pretender conferirle un rol activo al Estado en este ámbito, lleva el peligro de negar y neutralizar la participación que por esencia le corresponde a las personas.”
Entendemos entonces el temor a un Estado que actúe como un regulador del arte, una entidad con criterios subjetivos en torno a qué es y cómo se define la calidad artística. Sin embargo, el modelo planteado por el CNCA y particularmente Fondart, siempre ha estado transparentado por evaluadores externos y precisamente los pares de aquellos que compiten por los fondos. Ahora bien, independientemente de lo perfectible que este sistema pueda ser, el que el estado canalice la distribución de los fondos concursables no excluye que el financiamiento cultural pueda ser obtenido por otros medios (como el sector privado) por lo cual, hablar de un atentado a las libertades individuales no viene al caso.
Entiendo que este modelo mixto es necesario y por supuesto que todos queremos fomentar la participación de el empresariado, pero esta es la misión que emprende el nuevo gobierno (queriendo imitar un modelo norteamericano) sin tener en cuenta ciertas problemáticas aledañas al fomento de esta iniciativa:
Pasar de la regulación del estado a la regulación del mercado:
Si criticamos que el Estado no diversifica sus fondos (alegando que son siempre los mismos los beneficiados) y además dudamos de los criterios de selección, ¿por qué tenemos más confianza en el empresariado que puede caer en estos mismos errores y además sin la necesidad de justificarlos ante nadie? Más aún, pensar en un modelo sustentado principalmente por el sector privado (como podría ser el modelo norteamericano) implica una preparación mínima de parte de las fundaciones y empresas que en Chile aún no se solidifica. Con esta preparación me refiero a la creación de líneas de financiamiento cultural con un formato de postulación y convocatoria adecuada que asegure una distribución efectiva de recursos.
Cuando yo digo difusión y promoción, tu dices marketing.
En relación a los códigos de lenguaje y terminología: ¿está preparado el mundo empresarial para dialogar con los artistas (y vice versa)? De parte del mundo de las artes, no existe capacitación alguna -ya que las instancias de estudio formal muchas veces no incluyen cursos de gestión, de contabilidad básica o elaboración de proyectos- frente a la forma en la cual se debe abordar al mundo empresarial. Al no haber una alineación en los códigos, no existe un diálogo efectivo y concreto. Aquí es primordial la función del gestor cultural como puente entre el artista y la empresa ya que por su parte el empresario tampoco entiende la “jerga” ni las prioridades artísticas. Aún más, su medición de impacto y evaluación depende estrictamente de objetivos financieros y cuantitativos.
La personalidad jurídica vs. La libertad del artista individual:
Ni la ley Valdés, ni ningún otro mecanismo (salvo el aliarse a una institución mayor) permite que las personas naturales perciban financiamiento de un privado. El traspaso de dineros de parte de una empresa requiere de algún documento o regulación en este intercambio, sobre todo si se promete una deducción de impuestos junto con la “donación”. Cómo resultado de esta realidad, ocurrirá que – por ejemplo en el caso del teatro- sean las compañías constituidas los grandes beneficiarios (los mismos que ya tienen una gran trayectoria, un apoyo de parte de los medios y mayor cantidad de recursos). ¿Qué ocurre con el artista individual? ¿Qué pasa con el artista emergente? ¿Cómo participa de este sistema una compañía joven? Al igual que el modelo norteamericano -donde aún peor, ni el estado financia artistas individuales-, nuestros artistas se verán forzados a crear un modelo de organización que les permita negociar y apropiarse de estos beneficios o de lo contrario a encontrar una organización mayor que lo apadrine. ¿Quién los guiará en ese proceso?
Como podemos ver, son muchos los cuestionamientos y diversas las interrogantes. No tenemos aún las respuestas, o al menos, en lo personal aún están dando vuelta diversas posibilidades en mi cabeza. Sin embargo me quedo tranquila porque estoy más que segura que todas estas problemáticas están solucionadas en el archivo Word que va dentro de aquel “pen drive” entregado a nuestro nuevo Ministro. Solo queda esperar que alguien le haga una copia de este archivo también a nuestro sub-secretario quien, menos mal, sí es gestor cultural.
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4 respuestas a “LA RÉPLICA CULTURAL: UNA PERSPECTIVA CON DOS FRENTES”
Me parece fundamental para el país, el desarrollo de nuevos modelos de gestión para el trabajo independiente.
En general los actores (hablo del rubro que conozco desde dentro), estamos obligados a asumir un rol dentro del rompecabezas económico-social que nos hace movernos siempre dentro de un mismo campo, un universo estático en cuanto a proposiciones de proyectos y articulación de los mismos.
En este sentido, tal vez adquiere mucha coherencia, liberar de una percepción integral estatal la determinación de las líneas a apoyar en términos de financiamiento cultural. El sistema existente parece ser transparente en términos generales, pero no conozco desde dentro su funcionamiento, por lo que hago el voto de confianza de todo postulante de FONDART que es el de confiar en la buena fé de la selección de los jurados y su criterio. En este sentido, de todas maneras, seguimos entrampados en un sistema que tiene un pensamiento superior, más ligado a modelos y sistemas antiguos y ‘tradicionalmente funcionales’ y existe poca investigación dedicada al desarrollo de modelos nuevos de gestión, que puedan establecer otros vínculos entre el trabajo artístico y la empresa privada, que se aleje de las propuestas obvias y permanentemente utilizadas. Hace falta generar propuestas renovadas que, independiente de la sistematización o el desarrollo conceptual se ajusten a la realidad del entorno y que sean coherentes con los contextos, en síntesis que aprovechen a fondo todo el material de trabajo que brinda la propia experiencia del desarrollo del oficio, como material creativo en cuanto a procesos y metodología.
Poner la investigación como eje de desarrollo en cualquier actividad siempre es un camino fructífero, en cuanto a los logros que significan el solo hecho del ensayo y el error.
Hoy en día, países en pleno auge de su crecimiento, son grandes desarrolladores de proyectos de innovación, modelos a ejecutar, diseñadores de esquemas a ser aplicados en el mundo contemporáneo, y las grandes empresas destinan un capital importante de la inversión interna en función de las prácticas de investigación, en cuanto a la innovación, y a la gestión de procesos y sistemas funcionales, útiles, económicamente coherentes y eficaces para el trabajo.
Tal vez parecen conceptos muy propios de la estructura de mercado, pero mi opinión es que para poder generar proposiciones nuevas, hay que conocer de cerca las existentes, y eso incluye, saber insertarse y servirse de esa estructura para hacer calzar el proyecto propio dentro de las ofertas del sistema. No es venderse. No hay que confundir, permitirse la oportunidad de conocer el sistema desde dentro y poder valerse de él para comprenderlo y poder desarrollar una contrapropuesta (proceso fundamental para cada actividad investigativa, segun mi criterio).
La creatividad es una de las grandes características positivas que posee nuestro país. La precariedad general con que se desarrolla gran parte del trabajo de las artes del espectáculo chileno, que debe lidiar siempre con numerosos inconvenientes, carencias, y topes; más que un contra, significa un desafío para la explotación creativa de las soluciones.
Creo que hay que re-ubicar dentro del panorama social y cultural el rol del teatro, no se cual es la respuesta, solo creo que hay que hacerse esa pregunta con urgencia ¿Cuál es nuestro rol ahora?
El cambio de gobierno (para un sector históricamente ubicado en simpatía con la izquierda política), y la actual catástrofe del país, nos obligan a asumir una responsabilidad social mucho más profunda.
Nos corresponde un papel fundamental en el desarrollo de nuevas políticas públicas y privadas en el ámbito cultural, un rol político de poder real, un incentivo a la participación ciudadana, y un replanteamiento en cuanto al aporte social que realizamos.
Hace rato que el país nos pide a gritos que nuestro discurso deje de estar solo en el contenido dramaturgico, o en la propuesta estética de nuestra obra, hoy debemos asumir la obligación de instalar un discurso desde la génesis de un proyecto, hasta su modelo de financiamiento, su metodología de creación, y la capitalización post-productiva.
El discurso atraviesa de forma transversal, el afiche y el comunicado, el modo de contrato, la recepción y despedida del público asistente, todas estas áreas transversales hoy en día componen partes del contenido artístico de la obra. La comprensión y síntesis del público comun está entrenada hace años para ella, desde la aparición de la publicidad como disciplina.
Tal como al gobierno hoy le corresponde dar respuestas contundentes, y potenciar las iniciativas de desarrollo cultural. Nosotros estamos llamados a una posición activa tanto como propositores como fiscalizadores de las futuras políticas de desarrollo.
Estamos obligados a estar más atentos que nunca porque el panorama cambió completamente. Las circunstancias hicieron que inevitablemente el bicentenario significara un giro radical en la vida de los chilenos.
Si el conocimiento no me lo dieron, lo busco; si no sé de números, estudio o me asesoro; si quiero hacer un proyecto, investigo; si existe una nueva política, la analizo; si no estoy de acuerdo con la decisión, lo comunico, lo manifiesto; en fin, debemos tratar de asumir con mayor responsabilidad nuestro rol de ciudadanos, aunque la tendencia parezca ser inversa, es decir hacia la individualización y al objetivo personal, los sucesos del país, nos obligan a recordar que vivimos en comunidad, que cualquier proyecto artístico ‘independiente’, puede significar a futuro un bien cultural o social de beneficio público. Que todo contenido comunicado, dialoga con múltiples contenidos en la sociedad que no necesariamente son artísticos, con los cuales el trabajo crece, realiza un real impacto, modifica voluntades, inquiere perspectivas, no siempre consideradas a priori.
Hacer arte es hacer política constantemente y eso debe ser comprendido no solo desde el desarrollo del oficio, si no que desde la enseñanza misma, incluyendo contenidos que amplifiquen las herramientas recibidas en función real con los requerimientos y las áreas de desarrollo laboral que realizan los artistas después.
La asimilación de conceptos, la regulación del proyecto y la libertad artística tienen total cabida y buenas perspectivas de desarrollo, solo en un macroproyecto dedicado a la investigación como eje fundamental del trabajo artístico, una investigación no solo en cuanto a lenguajes y formatos, si no que en cuanto a todos los procesos implicados en la creación, en que los artistas son expertos pero que usualmente no están sistematizadas.
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Claramente es una ironía! De todos modos, ahora que lo pienso, la ironía sólo la entiende quien ha visto el CV de Nicolás Bar. Un lector que no ha tenido acceso a esa información podría quedar perdido. Y en ese sentido, el «menos mal» que es gestor, es un tanto problemático. Intereses gremiales aparte, puede quedar la sensación que LA solución al problema es tener estudios en Gestión Cultural, lo que sin duda es importantísimo, pero tú misma tocas temas que van más allá de los ámbitos de la gestión. Creo que el tema estudios es otro, que no desarrollas acá y que podrías hacerlo en otro post.
Y además, ¿cuál es la capacidad de decisión que tendrá el subsecretario? ¿Cuáles son sus responsabilidades?
Etc.
Qué opinas? Dialoga con tus lectores, srta. bloguera.
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Que fuerte Pame. Especialemnte lo que dices al final. Claro, es geston cultural, pero también opus dei, considera al 96% identificado con la fe católica, y por lo tanto propone iniciativas como escribir la biblia a mano!!
Pero si, es gestor cultural.
Qué pasará con esa dupla…
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Muy bueno, Pame, muy bueno. ¿Podrías agregar el link al documento que citas de «Libertad y Desarrollo»? Sería útil para quien quiera darse el regocijo de revisarlo.
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