Por estos días pude compartir en Escocia, con un grupo de agentes internacionales, el desafío de selección programática para la creación de un foco curatorial de creadores escoceses (Made in Scotland) para el próximo Festival Fringe de Edimburgo. Las experiencias de paneles de selección en el campo de las artes (ya sea en este modelo o en el de nuestro propio sistema de Fondos Cultura) siempre terminan siendo un ejercicio complejo; por un lado de responsabilidad programática y por otro de reflexión en cuanto a metodologías, sistemas y criterios que aseguren – en la medida de lo posible – una decisión objetiva en el mundo de las subjetividades.
Los paneles de pares (peer panels) son formatos validados por modelos de ejecución de políticas culturales referidas al principio de libertad e independencia respecto a los gobiernos en la toma de decisiones. En la literatura del campo de la gestión, se le conoce como Arm’s Length Principle (derivado de conceptos económicos como el principio de plena competencia) y ha sido planteado como uno de los ejes fundamentales de algunos modelos de política cultural como los que describieron en algún momento Chartrand y McCaughey (1989)* como el modelo «patrocinador». Este principio, se instituye con el objetivo de defender el ámbito de la cultura ante intervenciones políticas, argumentando que la tarea de selección de proyectos artísticos financiados por organismos públicos debe atender principalmente a criterios de calidad. Pero aún mas que eso, la experiencia de ser parte de un panel de selección implica pensar en este concepto más allá de un eje normativo, sino también como un concepto analítico para describir y explicar las estructuras y relaciones sociales, todo esto en el entendido que la distribución de fondos públicos tiene implícita la promesa de reflejar un interés común.
Criterios y desafíos de los paneles de selección
Una de las principales dificultades de los paneles de selección resulta ser su articulación. ¿Quienes son los «pares» convocados? ¿Cuáles las premisas que deben actuar en su composición? Sin duda los criterios relevantes son aquellos que norman componentes como el expertos temático y la diversidad en su composición. La diversidad, a su vez, aborda premisas que no solo difieren en componentes sociales o demográficos (mujeres, hombres, distintas edades, raza, etc.) si no también en visiones artísticas. La única medida de asegurar un esquema creativo diverso y dinámico es al entender que las audiencias no son receptores homogenizados en sus gustos y preferencias así como también que la calidad artística no reside exclusivamente en algunos géneros, estilos o formatos de expresiones culturales.
Otro tema que parece ser fundamental es clarificar la ruta de los objetivos en la selección. Muchos piensan que el ejercicio curatorial recae en el gusto «personal» del programador como único criterio de selección. Pese a que la subjetividad del gusto es un componente, este no siempre es el único o más relevante. Cualquiera que sea el caso o el contexto, existe una responsabilidad en explicar los criterios y formatos de selección. En este sentido, el Consejo de la Cultura de Australia cuenta desde el año pasado con una guía que delimita premisas y procedimientos para cualquier panel de pares, iniciativa destacable como buena práctica en gestión y que podría ser replicada como documento en nuestra propia institucionalidad.
Por último, cabe destacar que contar con mecanismos de paneles de expertos en los procesos de selección no solo son desafíos si no también externalidades positivas que incluyen: preservación de la libertad artística, equidad en la toma de decisiones, fomento a la innovación y/o experimentación y representatividad.