UN NUEVO DESAFÍO: HACER UNA RED DEL TRABAJO EN RED

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En el año 2011, en este mismo blog, escribí un post sobre del desafío de la creación de redes en miras a la búsqueda de objetivos comunes para el sector de las artes escénicas. Uno de las premisas,  era la imperiosa necesidad de reemplazar el concepto de «competencia» por el de «colaboración». Una mirada que también proponía re-pensar la gestión en espacios de diálogo sobre metodologías eficientes y eficaces; tanto en el aprendizaje – en cuanto se comparten mecanismos de transferencia de conocimiento – o en otras aristas como el financiamiento compartido.

Siete años después, creo que son pocos los que podrían dudar de las ventajas que comprende el trabajo colectivo que se ha llevado a cabo en el el último tiempo en relación a la generación de redes. Existen asociaciones o agrupaciones para casi cada uno de los campos laborales que componen la poderosa fuerza teatral: redes de festivales, de diseñadores, de técnicos, sindicatos, gestores, centros culturales y uno de mis casos favoritos por supuesto: redes de salas de teatro. La agenda política se ha visto en la obligación entonces (dada la realidad de estas mismas agrupaciones) de fortalecer herramientas de fomento del trabajo conjunto tales como formas de financiamiento (fondos de intermediación) o agencias de colaboración internacional (misiones estratégicas, participación en mercados etc.). Por último, han sido un también un referente los contextos sociales que en siete años se han asentado también; ejemplos de movimientos organizados desde la sociedad civil para modelar instancias que replican su actuar en el mundo de las artes. Un claro ejemplo de esto, fue el impulso y logro político de la ya disuelta plataforma de artes escénicas, consiguiendo – no sin dificultades  de convivio y formatos de trabajo –  la promoción de una ley sectorial.

Pero pensar que los desafíos en el ámbito del trabajo en red han llegado a un techo final sería sencillamente negarse a los cambios de paradigmas que nos demuestran lo contrario. ¿Cuáles son entonces los próximos desafíos para el trabajo en red?  ¿Cuál la pregunta que esperamos revisar en algunos años mas?

Una experiencia de asociatividad es precisamente la que me trajo a KrokusFestival, una plataforma de reflexión y creación para el teatro enfocado en audiencias jóvenes. Esta oportunidad se concreta gracias al impulso de Te Veo/Assitej Chile quien visualiza en esta instancia una oportunidad en el concepto de trabajo de delegación. Convoca a un grupo  compuesto-  en este caso –  por una Compañía (La Llave Maestra, presentándose en el festival) y una organización como el Centro Cultural GAM. Gracias a esto, y a las conversaciones que hemos generado con otros agentes internacionales, es que he llegado a la idea de un modelo que sienta el nuevo desafío: la red del trabajo en red. 

¿A qué me refiero? a una reflexión que Howard Becker ya introdujo hace años mediante la definición sociológica del «mundo artístico» (en su texto «Los mundos del arte», 1982) como: «la red de gente cuya actividad cooperativa, organizada a través de su conocimiento conjunto de formas convencionales de hacer las cosas, produce el tipo de obras de arte por el cual es reconocido el mundo del arte». Hablamos entonces de actores relevantes de los universos de creación cultural que implican la idea de convenciones compartidas como base de la cooperación y que distancian así, el enfoque del artista como «genio» aislado. Las propuestas de «convenciones» de Becker no son más que posiblemente un primer eslabón teórico para lo que más tarde (en 1986) Porter popularizaría como la «cadena de valor» y posteriormente la literatura sobre industrias creativas perfilarían como «cadena de valor» y cadena «productiva» en artes escénicas.

En concreto, la nueva propuesta de trabajo en red es avanzar sobre el valor de las competencias cruzadas. Luego de habernos reconocido e identificado como núcleos independientes  de trabajo, llegó el momento de vernos como agentes interdependientes. Reconocer las dinámicas de relacionamiento de las redes culturales (o como digo acá la red de la red), debería llevarnos a potenciar las fortalezas del sector, el papel de la producción, la difusión y divulgación de los productos culturales, los mecanismos de acceso al financiamiento y, por qué no, la construcción conjunta de referentes. El mejor ejemplo es el trabajo con las audiencias y la responsabilidad compartida que cae con la organización (desde la curaduría), los artistas (como creadores), los trabajadores individualizados de los espacios (como responsables de las externalidades de la experiencia) y así, sucesivamente.

En los paneles de discusión donde he podido participar o visualizar proyectos en este viaje, he notado que la composición es más homogénea entre lo que llamamos «profesionales de las artes escénicas» (Theatre Professionals) fomentando un paradigma de colaboración diferenciado. Esta modalidad, visualiza cómo el conocimiento se genera desde la discusión cruzada, donde los procesos de creación y desarrollo son proyectos y procesos compartidos. Donde no solamente sirve que cada quien haga lo suyo, si no que los saberes se entremezclen y complementen. Se requieren paneles que ya no son de «dramaturgos», «creadores», «gestores», «técnicos», etc. si no de profesionales en su conjunto. Creo haber experimentado estos días, ejemplos de cómo se nutren así los procesos reflexivos.

¿Y si lo intentamos? ¿y si juntamos las redes? ¿y si hacemos una sola gran red? Las posibles ventajas son muchas. Desde lograr una narrativa social común respecto al teatro y su valor, hasta generar espacios de diálogo sobre la ética de la profesión. En fin. La invitación está hecha. Nos revisamos en siete años más. 


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