Junto con el dramaturgo y director artístico del Teatro UC, Andrés Kalawski, nos hemos preguntado una serie de cosas a lo largo de nuestra trayectoria en el campo cultural: hemos debatido sobre planificaciones estratégicas, marketing cultural, sobre creación artística por supuesto, pero un día la vida nos juntó en una actividad común: la coordinación y gestión de miradas programáticas en espacios culturales.
Él desde un teatro con misión universitaria y con dependencia de una Escuela de Teatro, yo desde un Centro Cultural mixto con foco de especialización en artes escénicas que busca propender al desarrollo de artistas y audiencias, ambos en la misión de ejercer un rol que selecciona un canon de repertorio y ambos con las interrogantes propias de un rol de carece actualmente de formalización o especificidad académica: los programadores teatrales.
Nos aventuramos en un proyecto de investigación, financiado por el Fondo para la Cultura y las Artes 2018 en su convocatoria nacional y descubrimos que el campo de la programación era poco explorado en el ámbito de la investigación teatral en Chile y poco sistematizado también en el ámbito de la gestión cultural. Carecemos, a modo general, de análisis o modelos teóricos consistentes desarrollados en el área de la programación en artes escénicas que ya sea cuestionen o analicen los procesos programáticos en espacios relacionados a esta actividad. De igual forma, en estos pocos referentes que existen se percibe un modelo de análisis de la construcción programática desde la perspectiva del estudio de líneas curatoriales, crítica teatral y/o la construcción de carteleras. Este ejercicio no nos parecía entonces suficiente.
En muchas ocasiones por la inocencia o desconocimiento de los propios artistas, que piensan que el programador tiene un entorno perfecto en el que simplemente tiene que seleccionar las mejores propuestas artísticas [pero] a fin de cuentas, elegir lo que uno piensa que es lo mejor en una programación no es una ciencia exacta (Andino, 2014) ya que La programación, se define a sí misma no como un canon de resultados que puedan ser procesados a través de pautas fijas, sino como un proceso dinámico y con variables propias de ser una actividad vinculada también a otros agentes. La investigación abordó entonces tres unidades de estudio: el programador como agente, el contexto organizacional y el contexto cultural, todas estas para analizar el proceso programático, que, tal como señala uno de los agentes entrevistados:
“Yo siento que es como los hámster. Eso siento que son los procesos de programación, estar manteniendo que la rueda gire”.
¿A quienes analizamos?
Dado que la investigación es limitada en cuanto a sus posibilidades de rango territorial, el trabajo se concentró en la Región Metropolitana (RM) con las salas de teatro que concentra la Red de Salas de Teatro. Se considera que la Red de Salas contiene una mixtura de espacios representativos ya que mantiene salas con diferencias sobre su funcionamiento organizacional, personerías jurídicas, dimensiones físicas y presupuestarias, así como misión y trabajo con audiencias. La Red de Salas al momento de la investigación estaba compuesta por 22 espacios los cuales fueron contactados para participar voluntariamente del proceso. De estos espacios o salas de teatro 15 accedieron y completaron la información requerida. El universo entonces se compuso sobre la base de estos 15 espacios y 17 programadores, diferencia numérica dada pues hay dos espacios que mantienen una doble dependencia del rol del programador: Teatro Taller Siglo XX y Teatro de Bolsillo.
¿Qué descubrimientos nos trajo el desarrollo de esta investigación?
Lo primero en relación a los sujetos; programadoras y programadores de la Región Metropolitana hay bastante homogeneidad en sus características socio demográficas y biográficas. Mayoritariamente el grupo de programadores es de género femenino y la edad promedio es de 42 años – pese a que según rangos se observa que el 40% de los programadores tienen entre 30 a 39 años. Todos residen mayoritariamente en el sector nor oriente de la capital y todos también cuentan con estudios universitarios de pregrado. Sobre las carreras, éstas en su mayoría (80%) corresponden a estudios de actuación. También la gran mayoría son relativamente nuevos en el cargo, bajo 5 años, por lo que probablemente notamos que la mayoría desea mayores posibilidades de perfeccionamiento laboral, sobre todo en el ámbito de la gestión cultural.
Lo segundo sobre sus espacios u organizaciones: La convocatoria abierta o llamado a presentar proyectos es un instrumento mayoritariamente utilizado como parte de los procesos de programación. Entre las salas entrevistadas, el 73,3% de los teatros ejecuta una convocatoria abierta para la selección de sus obras pero pese a esto, resulta evidente que la programación se soporta en estructuras del financiamiento independiente las que a su vez, tienen una alta dependencia del vínculo con otras instituciones o la búsqueda de fondos bajo la premisa de la elaboración de proyectos. La programación de muchos espacios, depende de los tiempos, plazos, ritmos y realidades de los resultados de Fondart.
Lo tercero el contexto: Uno de los agentes que no podemos dejar fuera del proceso de programación son, evidentemente, los públicos. Para la mayoría de los programadores los públicos parecieran ser un indicador que se mide sobre la base de su impacto cuantitativo en términos de cuántas personas vinieron a la sala, con pocas excepciones en aquellos que efectivamente cuentan con parámetros o indicadores mas cualitativos de su programación. Independiente que algunas logren hacer mediciones más profundas, todos coinciden en la importancia de cambiar los sistemas de medición de audiencias hacia alguno que profundice en la calidad de la experiencia más que en la cantidad de participantes.
Otra realidad de nuestros contextos culturales que es vital, es aquella que habla sobre ámbitos que resultan muy centralistas en los procesos de programación teatral. Intuimos que la realidad denotada en esta investigación es principalmente exclusiva del medio de Santiago y, en este sentido, una potencial línea de continuidad de este trabajo sería poder emprender el mismo sistema o pauta de análisis con programadores regionales para conocer nuevos y distintos contextos o metodologías.
Por último, sobre las metodologías del proceso programático resulta de importancia que esta investigación logre expandir la conversación hacia nuevas reflexiones de este ejercicio u oficio. Quedan al debe en las conversaciones con programadores reflexiones más profundas que pongan sobre la mesa los sentidos de innovación en nuestro esquema de trabajo, en nuestro proceso.
Investigación financiada por el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes 2018.