POR UN DEBATE CULTURAL Y CULTO

Reflexionar en torno a gestión y políticas culturales, implica también establecer un debate responsable sobre los recientes acontecimientos ocurridos en el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes. No podemos dejar de analizar lo ocurrido en relación a los cambios dentro del organismo base de nuestra institucionalidad cultural, así como tampoco podemos dejar de aprovechar esta instancia para plantear cuales son las implicancias y los temas – tanto positivos como negativos – del giro que están tomando las políticas culturales en Chile.

Sobre la reciente noticia que hablaba de un cambio en la configuración de los departamentos del CNCA y que inicialmente pasa por el renombramiento del “Departamento de Creación Artística” a “Departamento de Fomento de las Artes y las Industrias Creativas” son varios los temas que sorprenden y que deben ser incluidos dentro de la conversación.

Sin duda alguna el primer debate debiera ser ¿qué estamos entendiendo por industrias creativas? Sin embargo, con anterioridad a esta pregunta, me ha parecido importante utilizar este espacio para comentar sobre algunos de los elementos que este debate ha originado. Todos estos elementos son piezas claves del manejo de este conflicto y hablan no sólo sobre este caso en particular, sino que, además, son atingentes a nuestro ecosistema cultural en general.

La falta de argumentos en el debate de fondo
El primero de ellos es la falta de información y la poca consistencia en la argumentación de los diversos sectores involucrados. Ni en los comunicados de prensa, ni en las declaraciones tanto de organizaciones del medio teatral, ni del mismo Consejo de la Cultura se han levantado argumentos ni esgrimido razones que aporten realmente a un debate país sobre gestión y las ya en boga “industrias culturales”.

Sin criticar aún los motivos que el Consejo tiene para estos cambios (dado que no han sido formalmente presentados a la sociedad civil), podemos vislumbrar que una de las principales falencias de las nuevas directrices del Consejo se encuentran, paradojalmente, en aquello que fue siempre la critica principal de su campaña: la falta de transparencia y de participación ciudadana.  El error de no generar políticas culturales de manera inclusiva atenta, no sólo contra principios democráticos asentados en la sociedad chilena hace más de 20 años, si no también contra valores intrínsicos del sector de las artes escénicas, por naturaleza colectivas. Debemos recordar que tal como dijo alguna vez el antropólogo argentino Néstor García Canclini “la mayoría de los artistas e intelectuales viven lo político como un territorio ajeno y amenazante. Ven en los intentos de planificar la cultura conspiraciones contra la espontaneidad creadora” y esta idea es aún más contingente a una sociedad como la chilena en donde por años los artistas debieron luchar por su reconocimiento e inclusión en la palestra política. Es por esto que, inevitablemente, acontecimientos como éstos son los que generan quiebres irreparables entre el vínculo de la institucionalidad y la comunidad artística, un error que le costará caro a la nueva administración.

Las no-respuestas del mundo de las artes
Por otro lado, existe una problemática estratégica en relación a la posición que el mundo de las artes debe tomar frente a esta contingencia. Se habla de dos temas intrínsicamente ligados y de igual importancia, pero que, sin embargo, no deben ser discutidos en el mismo plano ni bajo el mismo prisma. El primero de ellos responde a una instancia gremial que habla de los despidos masivos de funcionarios públicos, el segundo de ellos –y de mayor trascendencia a mediano y largo plazo – la denominada “desaparición” del área de Teatro en el organigrama del CNCA.

Mientras es positivo que los sindicatos de trabajadores se unan en causas comunes, y que busquen el apoyo de los artistas para alcanzar sus objetivos, es imprescindible que el sector de los creadores establezca paralelamente una jerarquía en sus demandas, de otra forma los argumentos terminan siendo confusos, de poco peso y, en consecuencia, desatendidos. Es imprescindible que el mundo del arte busque sus contra argumentos con sustento y conocimiento de causa, de modo que vayan en línea con el verdadero debate en cuestión: los posibles efectos de la inserción de las industrias creativas en nuestro contexto país y en la realidad de nuestras artes escénicas (un tema interesante para nuestras futuras discusiones pero demasiado extenso para este posteo). Independiente de si estos efectos resulten finalmente un aporte como estrategias a mediano-largo plazo para el fomento de la actividad teatral en Chile, es innegable que el cambio de nombre del Departamento de Creación Artística tiene un significado simbólico y resulta violento para una sociedad que no está siendo partícipe del cambio de paradigma que está ocurriendo actualmente en el modelo cultural Chileno.

El cuestionamiento de las garantías de nuestra institucionalidad cultural
Pero la verdad es que el cambio de rótulo resulta una discusión menor frente al tema político en esta problemática. Más graves y sorpresivos parecieran ser los comentarios sobre la desinformación de estos acontecimientos de parte del directorio del CNCA, asegurando que éste no puede emitir comentarios sobre las determinaciones actuales. Es preocupante que esto fuera efectivamente cierto puesto que, por un lado, habla de las carencias comunicacionales dentro de la misma organización y, por otro, pone en jaque los mecanismos de nuestra política cultural. Al momento de la creación del Consejo de Cultura, proponer y velar por las políticas culturales a largo plazo, independiente del gobierno de turno, era una de las prioridades. Las garantías incluyen establecer un directorio con representantes de diferentes sectores, donde el Ministro actúa como presidente, pero donde, sin embargo, las decisiones están sujetas a consulta y discusión. De ser efectivo que existe una dicotomía en la toma de decisiones, se estarían no sólo cuestionando los mecanismos de participación existentes, si no también entregando una total autonomía a posiciones de liderazgo que varían según la rotación de los gobiernos y sus representantes políticos.

La escasa convocatoria de los sectores más importantes
Por último, ha quedado en evidencia la fragmentación de nuestro sector, donde la colaboración entre artistas individuales, creadores y organizaciones queda reducida a agrupaciones espontáneas que más bien responden a intereses momentáneos que a una misión en particular. Independientemente del Sindicato de actores, que responde a una asociatividad de otra naturaleza, pareciera no haber una organización que amalgame al sector de las artes escénicas abogando por su promoción, valorización, difusión y que, aún más importante, represente de manera efectiva a los artistas de ésta disciplina. No existen portavoces validados que sean capaces de contrapesar el trabajo que realiza el Consejo de la Cultura lo que conlleva al problema de 1) la importancia que tiene éste como organismo para las artes escénicas, 2) la carencia de regulación y control sobre decisiones gubernamentales y 3) la poca capacidad de asociatividad y trabajo en red de nuestro sector. Los teatros, por ejemplo, como organizaciones sin fines de lucro con una cierta credibilidad frente a la población, tampoco se han manifestado de forma concreta, y si las organizaciones no tienen intereses creados en esta discusión, la lucha de artistas individuales termina por ser atenuada y dispersada. Esto a mi juicio habla de cómo funciona nuestro ecosistema: un mundo donde se le da poca importancia a las organizaciones y la única institución valedera termina siendo, nos guste o no, la que proviene de parte del lado Estatal. Pero por muy desalentador que nos parezca este escenario, esta no es la problemática mayor… alguien se ha preguntado ¿y dónde está el público?

¿Qué tiene que decir a esto el público general, aquel que no está vinculado al mundo del arte desde el ámbito de la creación? Ha habido una escasa, o más bien nula convocatoria y participación de éste sector, precisamente el fundamental para que exista el teatro o las industrias creativas en primera instancia. Muchos arguyen que la falta de información y la escasa mediatización del tema hace que la sociedad civil se mantenga al margen, pero aún cuando esto puede ser un factor, en el fondo sabemos que son muchos otros los que se encuentran en juego. El poco interés de parte de la sociedad en su conjunto frente a las modificaciones en la política cultural de nuestro país, se debe principalmente, a la escasa valoración que existe de nuestras disciplinas y es aquí donde recae nuestra principal responsabilidad como artistas y gestores.

Hablando ahora en general y manteniéndose al margen del problema concreto que salió a la luz publica durante estos días, el mensaje principal es que si queremos realmente hacer de nuestras causas una Causa País (así, con mayúsculas), necesitamos recuperar el apoyo del público, aquel que finalmente también representa el poder del preciado electorado. Necesitamos poner de nuestro lado a todos aquellos que se vieron afectados con la partida de Bielsa, a esos que fueron a depositar para la Teletón (y a los que no también), a todos quienes quieren ser partícipes del debate cultural que configurará el futuro de este sector de aquí en adelante. Sólo cuando nuestra causa sea atendida también por éste sector, no sólo tendremos llenas nuestras manifestaciones afuera del Consejo de la Cultura y las Artes, sino también, las butacas de nuestros teatros y centros culturales.


2 respuestas a “POR UN DEBATE CULTURAL Y CULTO”

  1. te felicito, me dajaste con la boca abierta, tu comentario esta muy bien escrito, además que no es populista y superficial.
    La verdad que yo opino lo mismo que tú, exactamente lo mismo, yo creo que gran parte de la gente que reclama contra las decisiones del Ministro de Cultura, es por que les esta quitando los trabajos y no por la razón de fondo. La verdad es que la cultura no es un tema en Chile, no es una primera necesidad, como cineasta creo que en mi rubro las cosas se están haciendo mal, no ha partir del ministerio, sino de nosotros mismos. Las personas que supuestamente son nuestro publico y es donde nosotros deberíamos llegar, no están ni ahí con nosotros y no es solo porqué exista falta de información, sino porqué realmente no hacemos cine para ellos, sino para nosotros mismo y nos escondemos dentro de un discurso muchas veces populista.
    Hace tiempo estuve estudiando sobre los movimientos cinematográficos: “Nouvelle Vague”, «Nuevo Cine Alemán» «Neorrealismo Italiano». Y el nacimiento de ellos tenia un fuerte punto en común y era que los gobiernos los habían apoyado, siendo la política de estos mismos fomentar las películas y sus temáticas, que quiero decir con esto, que no es exento el gobierno al arte (existen excepciones obviamente), pero solo hay que pensar en chile, para darse cuenta de que están de la mano. Pero esto no quiere decir que dependa del presidente de turno, sino que por el contrario, el gobierno lo hacemos todos, no hay que hacharle la culpa a los empresarios, ni a la derecha por nuestras propias faltas.
    Hoy en día no dependemos de un ministerio para mostrar nuestros trabajos, ni necesitamos implementos para hacer nuestras obras, todo esta a la mano. La tecnología nos ha dado una herramienta que no hemos sabido aprovechar y la verdad es que como no somos los suficiente inteligentes para no poder vivir de nuestros trabajos, nos escudamos insultando al gobierno de turno y no admitimos que no somos autosuficientes, ni tampoco tan interesantes para el publico, como para ser autovalentes.

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    • Gracias Mauricio.
      Me alegro que te hayas tomado el tiempo de leer, espero que lo compartas con tus amigos creadores, pero por sobre todo, con aquellos más alejados del mundo de las artes…

      saludos

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